Una de las mayores hazañas de la historia de la humanidad es que el hombre haya pisado la luna. En 1969, Estados Unidos no solo demostró su superioridad militar y tecnológica sino la enorme capacidad del hombre para conseguir tal proeza.
Para lograr pisar la luna se requirió el apoyo de 400.000 personas, se invirtió el equivalente, a hoy, de 106 mil millones de euros, y un trabajo de 14 años consecutivos.
Pero por qué el hombre lleva 50 años sin volver a alunizar. ¿Por qué si ahora hay mas tecnología que hace 5 décadas el hombre no ha vuelto a la luna?. La razón más poderosa de todas es porque no existe la necesidad de volver. Las misiones del programa Apolo fueron tan prolíficas que se podría decir que se cumplió con ese objetivo a cabalidad, a tal punto, que se recogieron tantas muestras de material lunar que al día de hoy muchas de ellas permanecen sin estudiar por los científicos.
Y en este punto es cuando este histórico suceso debería hacerte reflexionar del por qué una hazaña deja de ser interesante si no hay nada nuevo que contar. Cuando se dice que una persona realiza una hazaña es porque consigue algo extraordinario.
Es por esto que tu hazaña debe estar acompañada de un cierto riesgo personal y de una actitud valiente y decidida. No es suficiente con que algo sea difícil para que sea considerado como una hazaña. Sí o sí es necesario que esa hazaña incorpore grandes dosis de coraje y determinación.
No todos los seres humanos tenemos la obligación de ejecutar hazañas. Pero lo que sí estamos obligados es a no arruinar, de palabra o acción, las hazañas de los demás por más banales que nos parezcan.
Lo que para ti es un hecho común y corriente, para otros puede ser una gran hazaña. Lo que para ti es una hazaña extraordinaria para otros puede ser paisaje.
La magnitud de las hazañas es percibida de manera subjetiva. A cada hazaña se le imprime la grandeza dependiendo de la meta o sueño que cada persona tenga.
Cuando Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin, los tres astronautas que pisaron la luna por primera vez, conocieron al príncipe Felipe, esposo de la Reina Isabel, se obnubilaron cuando llegaron al Palacio de Buckingham. No hacían otra cosa que preguntarle al Duque qué se sentía vivir en un lugar con más de 700 habitaciones. Mientras tanto, el príncipe Felipe se mostraba impresionado por la proeza que habían conseguido esos jóvenes al pisar la luna.
Es así que reconocemos como hazaña o como proeza algo que para nosotros supone ser inalcanzable.
Lo cierto es que debemos ser astutos para discernir qué batallas dar, en qué agotar nuestras energías y en qué invertir nuestro intelecto. Tal vez así, nuestras hazañas trasciendan y nos hagan trascender.
Si ya conseguiste una hazaña, ve por una distinta. Y hazte la siguiente pregunta: ¿por qué volver a la Luna cuando hay tanto aún por explorar?