Supongamos que alguien desea convertirse en líder y decide crear una visión y un proyecto que le ayuden a poner en práctica sus dotes de líder; o que simplemente se integra a una organización con ese objetivo. Ese aprendiz de líder tendrá el conocimiento necesario para desarrollar su proyecto y comprenderá los alcances y bondades del mismo: o sea disfrutará de las recompensas y del impacto que su emprendimiento genere en la comunidad.
Sin embargo, para que esa visión sea una realidad es preciso que él tome conciencia; es decir, que asuma plena responsabilidad de su proyecto y emprenda las acciones requeridas con toda la disposición de hacer lo que haya que hacer para lograrlo. Esto último significa hacer lo necesario, no lo posible.
Hacer lo posible es ejecutar solo aquello que esté a tu alcance; en cambio, hacer lo necesario implica exigirte a ti mismo, estirarte y esforzarte hasta donde tengas que hacerlo para lograr un objetivo y sin importar qué tanto te duela lograrlo.
Miremos un ejemplo de la vida cotidiana. Un contador recibe una invitación para asistir a un evento por parte del director del gremio profesional al cual él pertenece y, cuando lo llaman a confirmar su asistencia, él afirma: “Haré posible por asistir”. Ante esta respuesta, por lo general cualquiera intuye que, en el fondo, él no irá y al final expondrá cualquier excusa que lo justifique. Es casi seguro que diga algo como: “No fui porque justo antes de salir empezó a llover y, como mi carro estaba en el taller, salí a tomar un taxi y todos pasaban ocupado: entonces llamé para pedirlo a domicilio y me informaron que ningún taxi estaba disponible en la zona”. Eso es hacer lo posible, y lo posible nunca es suficiente.
Tomado del Libro Líderes por naturaleza.