Un centramiento es entrar a nuestro centro. Hacer una pausa. Dejar lo que generalmente tenemos en la cabeza. Y es clave hacerlo, ojalá todos los días, para ejercer un autocuidado de todas nuestras dimensiones: física, mental, emocional, relacional, existencial y espiritual.
A continuación, quiero compartir contigo un centramiento que te ayudará a tranquilizar tu mente.
Lo primero que debes hacer es encontrar un lugar un espacio en el que te sientas cómodo y sobre todo tranquilo. Déjate llevar por estas palabras:
Llega a un lugar de paz, ese lugar de tranquilidad que está en tu corazón. Respira, date un momento para observar cómo está la respiración, si está agitada o en calma. Date un momento para observar la respiración y permite que tu cuerpo se calme. Date permiso de notarlo. Siente cómo entra la inhalación por tu nariz y sale por tu boca. Como un suspiro profundo.
Si en algún lugar de tu cuerpo sientes dolor o molestia trata de llevar la respiración a ese lugar. Haz un paneo de tu cuerpo para ver cómo está. Suelta la respiración poco a poco. Te invito a que te conectes con tu cuerpo. Date el permiso de sentir cómo está tu cuerpo. Siente tu cuerpo, escúchalo.
Ahora, atiende tus emociones. ¿Qué emociones están sintiendo? Identifica qué emociones hay en ti. Ponles nombre a esas emociones. Si aparece alguna que te llame especialmente la atención abrázala, acéptala, y déjala que siga su curso.
¿Cómo está tu mente? ¿Cómo están tus pensamientos? Si está apareciendo un pensamiento, obsérvalo y déjalo fluir. Te invito también a que hagas una mirada a tus relaciones. ¿Cómo están las relaciones en tu vida con tu familia, amigos, compañeros? Si hay alguna que sientes que necesites trabajarla o que te esté nutriendo, conéctate desde la gratitud con ellos y piensa cómo te estás poniendo al servicio de otros con tus dones, tus talentos.
¿Qué sentido le estás encontrando a la vida en estos momentos? ¿Cuál es el motivo por el cual te despiertas todos los días? ¿Qué le está dando valor y motivo a tu vida? Agradece por eso.
Ahora, conéctate con tu dimensión espiritual. ¿En qué confías? ¿Dónde pones tu fe? ¿Hay algo que te sostiene? ¿Hay algo que está más allá de ti? ¿Cómo te estás relacionando con eso que va más allá?
Imagina que tu vida está en perfecto balance. Siente que esa armonía se contagia a otra dimensión que de pronto no esté muy bien en estos momentos. Siente cómo se están relacionando las unas con las otras.
Conéctate con la gratitud por todo eso que ya estás haciendo para cuidarte y cuidar a los otros. Respira profundo. Trata de soltar lo que a veces es difícil soltar. Escucha los sonidos, siente tu cuerpo, estírate, mueve tu cuerpo. Frota tus palmas y haz un masaje en tu cara. Eleva los brazos al cielo y agradece por lo que tienes.