A los 14 años, Viviana Barrera Amado vio cómo la luz comenzaba a apagarse en sus ojos. Diagnosticada con retinosis pigmentaria, una enfermedad huérfana y progresiva, la niña santandereana pasó de cambiar gafas cada seis meses a enfrentarse a la certeza de que perdería la visión por completo.
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Lo que pudo ser un destino marcado por la resignación, se transformó en la chispa que daría vida a Sinapsis, una fundación que hoy lleva más de diez años transformando la vida de cientos de personas con discapacidad múltiple en Colombia.
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La fundación nació de la frustración de Viviana al ser rechazada sistemáticamente en entrevistas laborales, no por falta de preparación —tiene una maestría y experiencia como directora de fundaciones—, sino porque “no veía”. Ese “no contratamos personas como tú” se repitió tantas veces que decidió fundar su propio camino.
Sinapsis no es solo un centro de apoyo. Es un espacio de conexión —como las redes neuronales a las que alude su nombre— donde psicólogos, terapeutas, docentes y voluntarios construyen proyectos de vida para niños, jóvenes y adultos que, de otro modo, serían invisibles. Llegan a comunidades rurales, a veredas olvidadas, a familias víctimas del conflicto armado que nunca habían recibido un acompañamiento profesional.
Las historias que allí se tejen son conmovedoras. Una joven con discapacidad visual y cognitiva, que nunca logró adaptarse al colegio, hoy se mueve sola por Bogotá, ejerce su profesión y sostiene a su familia gracias al acompañamiento de la fundación.
Para Viviana, logros como que un niño logre cepillarse solo los dientes son victorias tan importantes como una graduación universitaria, porque implican dignidad, autonomía y autoestima.
Pero su voz no se queda en el trabajo social. Viviana también cuestiona de frente al sistema educativo colombiano: denuncia que, en nombre de la inclusión, se eliminó la educación especializada sin dar herramientas reales a los docentes. “Lo que pasa en un aula —el bullying, la discriminación, la falta de empatía— es el reflejo de nuestra sociedad” afirma.
Para ella, la inclusión no es decir “todes”, sino garantizar rampas, menús en braille, ajustes razonables y, sobre todo, voluntad genuina de respeto.
Con humor, carácter y una resiliencia que contagia, Viviana insiste en que la discapacidad no es sinónimo de lástima ni de superación milagrosa, sino de ciudadanía activa. “No soy el pobrecito que se superó. Soy una profesional que aporta y que exige estar en la mesa donde se toman decisiones”.
En Detrás del Like, Viviana Barrera no solo cuenta su historia; demuestra que la verdadera visión no está en los ojos, sino en la capacidad de ver oportunidades donde otros solo ven límites.