En el nuevo capítulo de Detrás del Like, Paula Castillo Lenis conversa con el actor caleño Julián Caicedo—recordado por personajes icónicos como Caremonja en La Selección y Candonga en Escobar, el Patrón del Mal—abre una conversación que incomoda a muchos dentro de la industria audiovisual colombiana: la creciente llegada de influencers, reinas y famosos ocasionales a los elencos de producciones, desplazando a actores formados que han pasado años estudiando su oficio.
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Caicedo, con una carrera sólida en cine, televisión y teatro, no se guarda nada. Habla desde la experiencia de quien ha visto cómo la televisión colombiana ha cambiado de forma acelerada, a veces sacrificando la calidad en función del alcance digital.
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“Yo no tengo nada contra los actores ocasionales… pero ese discurso de que hacen el trabajo más fácil que un actor formado, yo no me lo creo”, afirma contundente.
La molestia que todos comentan en privado, pero pocos dicen en público
Para Caicedo, el problema no son las personas que vienen de un reinado o de un reality y deciden formarse, estudiar, comprometerse con el oficio. A esos, los respeta profundamente.
El choque real aparece con el otro grupo: los que llegan “en una nube”, como él lo describe, sin disciplina ni respeto por el proceso creativo ni por el equipo humano que hay detrás de cada escena.
“Llegan con un derroche de ostentación, sin nada en la cabeza. No entiendo cómo un productor prefiere un millón de seguidores a un actor estudiado”.
Según él, hay momentos en los que un set se convierte en una especie de “campo minado” donde toca trabajar con la reina del año, el amigo del productor o el influencer del momento.
Y cuando falta preparación, el resultado es evidente:
“Una vez me tocó decirle a uno: ‘mi hermano, guarde el celular. Estamos trabajando’. Me respondió que ese era su trabajo también. Le dije: ‘sí, pero aquí nos están pagando a todos por hacer este’. Y era malísimo… no sé por qué lo llevaron”.
La industria también es culpable
Aunque el malestar de los actores es claro, Caicedo también apunta a un problema estructural: productores que prefieren marketing antes que talento.
Muchos proyectos recientes han apostado por influencers buscando llevar sus millones de seguidores a la pantalla, pero Caicedo es tajante:
“Todas esas producciones han sido un fracaso. Sus seguidores están acostumbrados a ver videos de 3 minutos… no van a engancharse con una historia”.
El actor deja en evidencia algo que se comenta en pasillos, pero rara vez se hace público:
la precariedad presupuestal también obliga a contratar actores ocasionales, simplemente porque son más baratos.
“No te alcanza el presupuesto para pagar un mes de ensayo a un actor formado… entonces llamas al señor que hace artesanías para cubrir un personaje”.
La academia no es un lujo, es parte del oficio
La conversación deja claro que Caicedo cree profundamente en el estudio como base de cualquier disciplina artística. Su propia vida lo demuestra: pasó por una escuela estricta, fue cuestionado por un maestro que le dijo de frente que no tenía disciplina, y ese momento lo transformó.
Por eso hoy, al ver personas que entran sin preparación, no puede evitar levantar la voz:
“Si tú quieres ser actor, fórmate. No tienes que hablar de cine francés… pero sí tienes que ser buena persona y respetar el oficio”.
La otra cara del éxito: fama, respeto y límites
Aunque Caicedo ha alcanzado reconocimiento nacional, el precio no siempre es fácil. Confiesa que las multitudes lo abruman y que a veces prefiere no asistir a lugares donde el exceso de licor convierte a las personas en “dueños del actor”.
Pero aun así, se queda con lo más valioso: los vínculos que ha creado en el camino. Desde su amistad con Faustino Asprilla hasta haber trabajado con leyendas como Vicky Hernández o Constanza Duque.
Un actor con voz —y con causa
Más allá de la polémica, la entrevista deja una idea esencial: el arte merece respeto, preparación y entrega. Y aunque las redes sociales han democratizado la visibilidad, también han llevado a la televisión a tomar atajos que no siempre funcionan.
La postura de Caicedo es clara y frontal, y promete generar conversación:
¿Debe un influencer, por tener alcance, ocupar un espacio que requiere técnica?
¿Es válido mezclar reputación digital con formación profesional?
¿Está la televisión colombiana perdiendo calidad por perseguir cifras?
En Detrás del Like, Julián Caicedo enciende un debate urgente: ¿talento o seguidores? ¿actor o algoritmo?
