El maltrato es una realidad dolorosa en muchos ámbitos de la vida, desde el entorno laboral hasta las relaciones personales y la educación. Recientemente, un comentario en una emisora radial sobre el maltrato en la formación profesional, a raíz del suicidio de la residente de cirugía de la Universidad Javeriana, Catalina Gutiérrez, ha puesto de relieve un problema más amplio: la tendencia a justificar el maltrato en lugar de confrontarlo directamente. Este fenómeno plantea una pregunta inquietante: ¿por qué es más fácil justificar el maltrato que enfrentarlo?
El maltrato puede manifestarse de diversas formas, incluyendo el abuso físico, emocional y psicológico. En el ámbito laboral, los empleados muchas veces enfrentan acoso, críticas destructivas y una falta de apoyo emocional. En el ámbito educativo, el maltrato puede tomar la forma de disciplina severa o humillaciones públicas. Los testimonios y estudios revelan que este tipo de comportamiento no es raro; de hecho, es un problema que afecta a una parte significativa de la población.
Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que aproximadamente el 20% de los trabajadores en todo el mundo experimentan algún tipo de acoso en el lugar de trabajo. En el contexto educativo, la Unesco ha documentado numerosos casos de maltrato y abuso en escuelas y universidades a nivel global [2].
La tendencia a justificar el maltrato puede ser explicada por varias razones psicológicas y culturales. En muchos casos, el maltrato es visto como una forma de endurecimiento o preparación para enfrentar desafíos futuros. Esta perspectiva se basa en la creencia errónea de que el sufrimiento es necesario para el desarrollo del carácter o la resiliencia.
La Dr. Laura Johnson, psicóloga y autora de estudios sobre el maltrato, explica que “justificar el maltrato a menudo se basa en la necesidad de racionalizar el sufrimiento que uno ha experimentado, en lugar de reconocer su impacto negativo. Es una forma de perpetuar el ciclo de abuso bajo la premisa de que ‘lo que no te mata, te hace más fuerte’”.
Comparaciones inadecuadas
Una estrategia común para justificar el maltrato es compararlo con experiencias similares en el pasado. Por ejemplo, algunos argumentan que los antiguos métodos de formación o crianza, que incluían formas de maltrato, produjeron personas exitosas y resistentes. Este tipo de afirmaciones lo único que hacen es reforzar el patrón de maltratar al que sea y normalizarlo, a tal punto de justificarlo de tal manera. El maltrato no es normal, ni en las generaciones pasadas, ni ahora. La pregunta que se podría hacer en este punto es, ¿será que esas personas que hoy son exitosas en sus profesiones porque “soportaron el maltrato” de sus maestros, hoy en día no tienen graves problemas de salud mental? El maltrato deja secuelas a corto, mediano y largo plazo. Y esas personas que fueron abusadas y acosadas, seguramente, ahora, son maltratadoras.
La Dr. Karen Liu, socióloga especializada en dinámica familiar, afirma que “comparar el maltrato actual con prácticas del pasado ignora cómo las sociedades han evolucionado en su entendimiento de la salud mental y el bienestar. Lo que antes se aceptaba como normal, hoy se reconoce como perjudicial y potencialmente dañino”.
El maltrato tiene consecuencias graves y duraderas. En el ámbito laboral, puede llevar a un aumento en el estrés, la ansiedad y la rotación de personal. En el ámbito educativo, puede afectar el rendimiento académico y la salud mental de los estudiantes. Las personas que sufren maltrato también pueden enfrentar problemas a largo plazo, como trastornos de ansiedad, depresión y dificultades en las relaciones interpersonales.
Un estudio publicado en la Revista de Psicología Social destaca que los individuos que han experimentado maltrato tienen una mayor probabilidad de desarrollar problemas de salud mental a lo largo de su vida. Este impacto subraya la necesidad de abordar el maltrato de manera efectiva y de fomentar entornos de apoyo y respeto.
Afrontar el maltrato requiere un cambio en la cultura y en las actitudes sociales. Las víctimas de maltrato enfrentan barreras significativas para denunciar el abuso, incluyendo el miedo a represalias y la falta de apoyo. Además, las estructuras de poder y jerarquía en muchos entornos laborales y educativos pueden desalentar a las personas a hablar.
El Dr. Mark Thompson, experto en justicia social, señala que “la cultura de la tolerancia al maltrato se basa en la normalización del abuso y el miedo al cambio. Para enfrentar el maltrato, necesitamos promover una cultura de empatía y apoyo, y ofrecer recursos accesibles para que las personas puedan reportar y abordar el abuso de manera segura”.
Para enfrentar el maltrato de manera efectiva, es crucial implementar políticas y prácticas que promuevan el respeto y el bienestar. En el lugar de trabajo, esto puede incluir la creación de sistemas de denuncia confidenciales y la capacitación en habilidades de comunicación y manejo de conflictos. En el ámbito educativo, es importante promover métodos de enseñanza y disciplina que sean constructivos y apoyen el desarrollo positivo.
La American Psychological Association (APA) recomienda la implementación de programas que fomenten un entorno positivo y saludable, y que proporcionen apoyo emocional a quienes han sido víctimas de maltrato. Estos enfoques pueden ayudar a reducir el maltrato y a construir ambientes más equitativos y respetuosos.
En conclusión, justificar el maltrato como una forma de formación o disciplina es una forma de perpetuar ciclos de abuso y sufrimiento. En lugar de racionalizar el maltrato, es esencial reconocer su impacto negativo y trabajar hacia la creación de entornos que promuevan el respeto y el bienestar. Enfrentar el maltrato requiere un compromiso colectivo para cambiar actitudes y prácticas, y para apoyar a quienes han sido afectados por el abuso.