Regañar, criticar o corregir en público dentro de un ambiente laboral es una práctica que, a primera vista, podría parecer una manera rápida de solucionar problemas o de alinear comportamientos. Sin embargo, las implicaciones de estas acciones pueden ir mucho más allá del momento específico, afectando tanto la dinámica del equipo como la productividad individual.
Corregir a alguien frente a sus compañeros de trabajo no solo pone en evidencia un error, sino que expone a la persona a un sentimiento de vergüenza. Este tipo de situaciones genera en los empleados un profundo malestar, afectando su autoestima y su percepción de seguridad dentro del grupo. En vez de enfocarse en el aprendizaje o en la corrección del error, el trabajador se ve atrapado en el miedo al juicio de los demás, lo que puede llevar a una sensación de humillación y resentimiento.
La vergüenza pública como herramienta de control rara vez produce cambios duraderos o positivos. Más bien, genera un ambiente de inseguridad donde los trabajadores pueden comenzar a operar desde el miedo a equivocarse, limitando su creatividad y capacidad de tomar riesgos, lo que a la larga repercute en la innovación y el crecimiento de la empresa.
Un ambiente laboral saludable se basa en la confianza mutua entre líderes y empleados. Cuando un superior regaña o critica en público, se quiebra esa confianza, y los empleados pueden comenzar a percibir a sus líderes como figuras autoritarias e insensibles. La comunicación abierta y el respeto mutuo, fundamentales para una colaboración efectiva, se ven erosionados.
Esta ruptura de la confianza no solo afecta la relación entre el jefe y el empleado directamente involucrado, sino que también envía un mensaje al resto del equipo: sus errores podrían ser expuestos de la misma manera. Como resultado, los empleados pueden volverse más reservados y menos dispuestos a compartir ideas o admitir errores, lo que afecta la dinámica general del equipo.
Corrección vs. humillación: una línea delgada
Es importante distinguir entre corregir y humillar. Corregir implica señalar un error con el objetivo de mejorar, mientras que humillar genera un desequilibrio de poder donde una de las partes es denigrada o ridiculizada. La crítica constructiva, realizada en privado, puede ofrecer la oportunidad de aprender y crecer. En cambio, la corrección pública tiende a cerrar puertas al diálogo y a la mejora, dado que la persona se ve reducida a la vergüenza y a la defensiva.
Los líderes eficaces saben que la corrección de errores debe realizarse en un entorno privado, donde el empleado pueda reflexionar sobre su desempeño sin el peso del juicio público. El propósito de la corrección debe ser siempre el aprendizaje, no el castigo.